
Me esforzaba por hacer, por experimentar, por lograr ... pero siempre igual, de la misma manera: buscando mi aprobación y por supuesto, la de los demás, si podía ser con todo el auto bombo posible ... ¿recordáis lo de las trompetas por delante?
Pero mis manos seguían vacías. Hacía y hacía y no se llenaban. También es verdad, que solo hacía lo que yo quería y me creía capacitado a hacer ... por miedo a fracasar ... solo por miedo al fracaso, que pena, ¿no? Lo malo es que, aún así, fracasaba, y estrepitosamente la mayoría de las veces.
¿Por qué ese empeño nuestro en hacer y hacer, sin pensar, solo por hacer, por llenar?
Y estaba lo que no me atrevía a hacer, eso también me preocupaba, pero poco. Desarrollé rápidamente una habilidad (creo que innata al ser humano) para enviar esas preocupaciones al “limbo de los para luego”.
Y mis manos siempre vacías.
Pues vamos a poner amor ...
... ¡pero si siguen vacías! ...
¿Le has puesto AMOR?, así, con mayúsculas, del gratuito ... ¿cómo?, ¿no sabes ponerlo? ... solo pondrás aquello de lo que esté lleno tu corazón.
Ahora mis manos siguen vacías, y lo mejor de todo, me importa un pimiento, pues ya no me preocupa lo que yo haga. Solo lo que se haga a través de ellas ... y si te digo la verdad, tampoco demasiado. ¿Y el fracaso?, ¿qué es eso?, ya no son mis manos, ni mis quehaceres.
No te afanes en hacer, busca primero el Amor.
¿Cómo están tus manos?, ¿te las has limpiado antes de comer?